La senectud
No me sorprende estar buscando las llaves cuando las tengo en la mano, tampoco me aterroriza el no saber a qué fui a la tienda de la esquina; me toca regresar de nuevo y en un acto de constricción regresar a la casa y allí en medio de las brumas del olvido recordar de nuevo el objeto de necesidad. Muchas veces he hecho movimientos cerebrales que no coinciden con la respuesta aletargada de mi desgastado cuerpo; el resultado son movimientos toscos que logro realizar para no perder el equilibrio. Ha empezado el agreste e intransitable camino a la senectud. No busco caminos extensos por recorrer; prefiero tomar atajos y buscar senderos sombreados para descansar a la vera cuando llegue el cansancio. Mis amigos cada vez son menos, prefiero a los más parcos y reflexivos; escapo de los bulliciosos e intrascendentes. Me refugio en la soledad de mis reflexiones. La vida del ermitaño me espera. No emprendo proyectos a largo plazo sino que realizo acciones cotidianas porque no se, si mi gast