Hornos crematorios nazis en Colombia.


 Los nazis colombianos no perseguían a los judíos, ni a los gitanos, ni a los discapacitados y mucho menos a los homosexuales; ellos perseguían a los mulatos, a los zambos, a los mestizos,  a la gente de apariencia racial semejante a ellos mismos. 

Los nazis colombianos conducidos por las mismas razones de sus pares alemanes  tuvieron que usar hornos crematorios ante la encrucijada sanitaria de tener tanto muerto regado. 

 No fue el despiadado Otto Moll, el oficial de las SS quien con mucha dedicación dirigía en  Auschwitz  el mas grande de los infiernos que sorprendería al mismo Dante Alighieri; sino que  fue el  mismo  comandante Mancuso; quien en un destello de creatividad marcial recurrió a las ruinas de un horno de barro que los lugareños empleaban para hacer ladrillos en tiempos coloniales; bajo sus  instrucciones el mismo comandante convirtió el viejo horno de cocinar ladrillos en un eficiente instrumento para calcinar huesos humanos.

Mientras en las ciudades el país se regocijaba con los triunfos de sus ciclistas y se celebraban coloridos  carnavales multitudinarios con comparsas de negritos morisqueteros y marimondas irreverentes, en los campos colombianos se vivía la más atroz de todas las guerreras fratricidas. Fue necesario importar la barbarie hitleriana para esconder con cenizas la mortecina de tanto muerto insepulto que alborotaba a los saciados gallinazos y despertaba en los perros domésticos el primitivo impulso de comer carne humana.

En lo  profundo de la manigua las guerrillas izquierdistas también invocaron los métodos nazis de los campos de concentración; el mundo entero se estremeció con las imágenes de prisioneros de guerra que tenían en sus ojos las mismas expresiones de desamparo que tenían los judíos poco antes de su exterminio.

No fue el máximo comandante de las SS Heinrich Himmler; sino el mismo Mono Jojoy, quién en persona y de viva voz dirigía aquel cerco de la infamia para no quedarse atrás en el experimento maligno de traer a Colombia los mismos métodos Hitlerianos.

Los nazis colombianos no escuchaban a Richard Wagner; sino que después de sus matanzas y cremaciones celebraban sus hazañas de exterminio con los aires festivos de la música de acordeón; las sentidas elegías vallenatas que apaciguaban al menos por unas horas sus ansias de matar. Los nazis colombianos no leían a Nietzsche ni mucho menos a  Martin Heidegger; los nazis colombianos se nutrían de los editoriales incendiarios de Pacho Santos que pedían a gritos la creación de nuevos frentes de auto defensas para mantener el status Quo colonial que hizo grande a su estirpe; los nazis colombianos leían   los escritos franquistas de la nostálgica Salud Hernández que llamaba terrorista y pendenciero  a todo aquel que promovía cambios en la feudal Colombia que aún vivía en las tinieblas del más inhumano feudalismo en dónde por siglos las más encopetadas familias de origen virreinal  se alternaban  el poder, que era trasmitido por vía sanguínea;  de padres a hijos y de abuelos a nietos.

Para esos tiempos el país  no se parecía en nada a la Polonia ocupada,  desbastada por la infamia nazi, sino que vivía su vida bulliciosa y festiva de  normalidad urbana;  muy distinto era la vida en los campos en donde se mataban los unos con los otros,  muchas veces sin saber porqué; solo los comandantes y los financiadores,  desde sus cómodos escritorios conocían los verdaderos motivos de aquella absurda matanza que pretendía mantener el estado de las cosas en el país más desigual que cualquier teoría económica o política jamás haya  pretendido crear.


Los nazis colombianos no pretendían crear un nuevo orden mundial en dónde solo la raza Aria prevaleciera, purificada por los artilugios depurativos de Josef Menguele, sino mantener un país poblado de campesinos sin tierra, de jornaleros mal pagados, de indígenas famélicos perdidos en las arenas del desierto.

Los nazis colombianos no se postraban obedientes ante el Führer, sino que lo hacían ante el hombre vernáculo que tiene el corazón grande y el pulso firme.

Existe la vieja creencia  que  Adolf Hitler sobrevivió a su desgracia; que fue visto por los páramos colombianos en busca de herederos que perpetuaran su obra, tal vez su presencia se quedó para siempre entre nosotros condenándonos a matarnos entre nosotros mismos y a no conocer un solo día de paz en nuestra ya larga vida republicana.






Comentarios

  1. Ecelente articulo..la hostoria se curnta por sí sol; pero el sistema la distorsiona, la cuenta a su manera; quienes han ostentado el poder son actores de la verdad que se ha invisibilizado.

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  2. La verdad cruda de la barbarie en Colombia Q aun persiste😭

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  3. El enfermo y de Hitler nunca tendrá un lugar en la historia del mundo, lo que era un enfermó cobarde y maricona

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  4. Mi Colombia a vivido una guerra sin cuartel, donde los bandos involucrados, solo han depredado con un estilo sanguinario y degradante a su adversarios y colaboradores, que una mayoria apoyaban o estaban involucrados directamente o indirecta en el conflicto armado.
    No es una excusa ni un conformismo de parte mía, es la realidad de la vida que no queremos ver, pero es doloroso ver caer a nuestro propio pueblo por las mismas manos, de un vecino, un amigo o familiar, que no tuvieron otra salidad que participar en el exterminio de su misma patria.

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  5. De las barbaries cometidas en suelo colombiano, nomas una mínima parte se a dado a conocer ante el mundo.

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  6. Es lo mas cercano a una cruel y triste realidad lo peor aun es q los hijos colombianos de Hitler siguen ahi vivos agazapados en la impunidad esperando un nuevo momento de revivir su sed de sangre

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