La muerte de Luis Alfonso León Pereira.
Tres días antes de su asesinato, la muerte se le había anunciado en plena eucaristía ataviada con andrajos y descalza; gritando para que todos los feligreses escucharan su proclama maniquea; ‘Yo soy Dios y tú eres el demonio”. Eran las palabras de Deiby José Banqueth Julio, un malviviente que había llegado hacia cuarenta días a Montería siguiendo los entroncados caminos del destino que ya habían determinado que el amado sacerdote debía morir por sus manos en los pasillos de la casa cural de la parroquia de Santa maría madre. Había entrado a la iglesia en plena eucaristía, poseído por los vapores alucinantes de las drogas más baratas que solo consumían quienes se encontraban en la última etapa de autodestrucción; con aptitud de profeta señaló al sacerdote, quién impávido escuchaba las sentencias del intruso quien desde el pasillo central lo miraba con aires de inquisidor y se proclamaba a sí mismo como el dios supremo. Muy pronto una patrulla de policías lo retiró sin violencia;