El tiempo y sus miserias
"Se paga caro ser inmortal, por ello se muere varias veces durante toda la vida".
Friedrich Nietzsche.
El tiempo es lo que pasa mientras nada pasa.
Cuando hacemos intermitencias y meditamos sobre su importancia es cuando percibimos su fluir.
El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido para aquellos que temen, demasiado largo para aquellos que lamentan, demasiado corto para aquellos que celebran. Pero para quienes aman, el tiempo es eterno, simplemente porque es el amor lo que despierta la nostalgia de partir cuando el tiempo se nos termina; en ese instante nos invade la incertidumbre de que será de la suerte de quienes amamos sin nosotros.
Por eso la bendición del alzhéimer no es más que un artilugio natural, un anestésico cerebral, no solo para dejar blanquecina la memoria, sino para borrar cualquier vestigio de amor que se quede represado en el alma. Quien se va liberado de los recuerdos, se va liberado del anclaje que representa el amor, lo que nos aferra a la vida son solo los recuerdos, los rastros del tiempo, las huellas de lo vivido, algunos dicen que no solo es el amor lo que nos aferra, sino los objetos obtenidos, algunos han visto a fantasmas cuidando linderos y espantando advenedizos de casas embrujadas.
A los viejos los vemos deambular silenciosos casi al filo de la madrugada tratando de conciliar con el sueño; los viejos duermen poco porque su naturaleza degradada les advierte que se les acaba el tiempo; la rotación de la tierra debería ser justa con el insomne y alargar los días y reducir las noches.
Cuando nacemos lo hacemos con los bolsillos llenos de tiempo; a algunos el destino los despoja de su único capital cuando la vida aún está en primavera; a otros la vida les permite hacer uso de su tiempo; algunos lo gastan en trasformaciones personales producidas por la acumulación de conocimientos; otros lo gastan en acumulación de objetos que más tarde quedarán en las manos más inmerecidas; otros no harán, ni lo uno ni lo otro y serán pasivos espectadores del trascurrir del tiempo; tal vez serán los más felices porque podrán decir al final del tiempo que han sabido gastarlo a plenitud.
Los efectos del tiempo no afectan al alma; tal vez porque no es de naturaleza degradable como lo es todo lo material; por eso se mantiene invicta frente al eterno fluir; por eso no nos sentimos representados por la decrépita imagen que se refleja en el espejo cuando por las mañanas tratamos de barrer las cenizas de nuestra apariencia.
Por eso es saludable llevárselas bien con el hombre del espejo, a él no le gustan los ímpetus juveniles, prefiere la reflexión y es muy amigo de la pasividad.
No sé cuánto tiempo tengo por gastar ni tampoco en que lo invertiré.
Lo cierto es que si menosprecio la importancia del tiempo, más tarde el tiempo me menosprecie y me convierta en un insignificante escombro atrapado en las orillas de su imparable vertiente.
No tengo sentidos para percibirlo; a través de mis ojos solo puedo ver los hermosas auroras que anuncian un nuevo día, puedo ver los ocultamientos crepusculares que despiden a la luz; pero eso no es el tiempo, son sus efectos, como lo son los surcos que se agrandan en mi piel y que solo puedo tocar con mis manos, ellas no son el tiempo, son solo sus miserias; algunos dicen que el tiempo tiene olor a mortecina, a vida en descomposición; otros dicen que el tiempo se puede escuchar en los balbuceos del recién nacido; en la euforia de los púber y en el quejumbroso llanto de los que se despiden. El tiempo no se puede percibir.
Tal vez el tiempo ni siquiera exista y solo sea una trampa para mortificarnos.
Lo único que realmente nos pertenece es el tiempo. Incluso aquel que nada tiene, lo posee, por eso Dios es benigno y justo con todas sus criaturas.
El tiempo es un escritor nihilista que siempre termina sus versos con un final perfecto.
Los físicos anuncian que en presencia de grandes volúmenes de masa, el tiempo se detiene y la eternidad florece; por eso a quienes han gastado gran parte de su tiempo los efectos gravitatorios declinan sus párpados, deforman sus rodillas, curvan su columna en un intento de la tierra por reclamar lo suyo; todo indica que tiempo y gravedad sean extremos de la misma cosa.
El tiempo es el mejor de los maestros; lo malo es que siempre acaba con sus mejores alumnos.
Cuarenta es la vejez de la juventud, cincuenta es la juventud de la vejez, sesenta es la vejez con su revestimiento platinado.
El tiempo avanza, yo en cambio me sumerjo en la pasividad de mis contemplaciones y en los juicios inciertos de mi existencia, se nos acaba el tiempo, no hay un lugar para almacenarlo, no hay manera de transferirlo y regalárselo a quienes más amamos, no se lo podemos robar a los infantes que no lo valoran, no lo podemos donar a los agonizantes que lo requieren, como tampoco nos lo pueden endosar los suicidas que lo desprecian.
Cada hombre tiene su tiempo, nosotros aparecimos sin pedirlo en la apacible era de posguerra, somos testigos de la devastación y de las bondades que puede producir el átomo; vimos derrumbarse los muros de la utopía comunista, vimos sepultar a los genocidas impunes del cono sur; yo en cambio debí aparecer con vida en un hogar de la Toscana, en tiempos del renacimiento y aprender de un artesano florentino las mismas técnicas de tallado que usó Miguel Ángel e inmortalizarme con la imagen esplendorosa de una escultura más conmovedora que la figura viril del David; de ese modo personificado en piedra podría existir para siempre y ser el último inmortal que los mire a través de mis ojos pétreos.
Quienes practican el espiritismo dicen que los fantasmas cuando se materializan cumplen con las más estrictas reglas del decoro y se hacen visibles con sus mejores galas, eligiendo la época más esplendorosa y productiva de cuando estaban vivos; al parecer son inmunes al tiempo y siempre que son invocados se presentan ante todos con la misma apariencia solemne del último dia. Parece ser que los fantasmas son habitantes perpetuos de un espacio sin lugar, de un instante sin tiempo, en dónde se puede existir sin el tiempo.
Al tiempo no le gusta la inmortalidad ni mucho menos la perpetuidad; el tiempo es transformador y corrosivo, es amigo de los comienzos y se reconforta con los finales, es un reciclador otoñal de los escombros, para luego hacer florecer en primavera con nacimientos efímeros.
Desde Caín, el primer criminal, hasta Hitler el tiempo en nada nos ha cambiado; seguimos siendo los mismos, el tiempo solo afecta lo corpóreo, permite el movimiento, pero no puede cambiar las almas de los hombres porque su esencia es inmune a sus efectos.
Que pensamiento de la vida ! Cada cual la ve distinta , pero es su verdad . Me gustó tanta transparencia .
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