Desde Sócrates y Aristóteles hasta el Braka.
Así debió ser Aristóteles con Alejandro; como Mentor para Telémaco; como Sócrates con Platón; estaba signado por el destino a educar a hombres grandiosos.
El día que lo vi por primera vez, nos recitó de memoria los hermosos versos que se quedarían para siempre atrapados en mi tierna memoria infantil. - “ Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos” . -
Lo hizo con una belleza magistral, guardando las pausas y los buenos ritmos que solo un rapsoda puede tener; enaltecio con su tono diáfano la majestuosidad conque García Márquez hubiese querido que conociéramos a su más grande creación; acudió a recursos histriónicos para hacer más creíble el paisaje macondiano; se remango las mangas de su camisa para que viéramos sus manos crispadas y elocuentes en un intento de hacer más creíble su actuación.
Eran tan grandiosas sus clases y tan magnánima su presencia, que me hizo imaginar un mundo ideal; una utopía en dónde; por orden gubernamental se suspendieran del pensum todas las materias que no tuvieran que ver con la palabra, y que solo se autorizaba la clase de Español y literatura; construí una entelequia en dónde las enfermedades se curaran por el uso milagroso de las plegarias y la oración y no fuera necesaria otra profesión diferente a licenciatura en letras; imaginé una ucronía, en dónde el hombre no hubiera inventado jamás los números, sino que los cálculos matemáticos se hicieran con letras; tal cual, como lo hacían los romanos y los hebreos, quienes le asignaron a cada letra un valor numérico, logrando que las letras no solo sirvieran para ser leídas y escuchadas; sino que también sirvieran para hacer teoremas y definir la infinidad del número PI.
Estuve a punto de pedirle al padre León que se condoliera de mi; y que en un acto de piedad y misericordia me permitiera el privilegio de solo asistir a sus clases; que por mandato rectoral me nombrara como su monaguillo, o una especie de lazarillo que tuviera el honor de trasportarle el voluminoso cartapacio de exámenes sin revisar; de listados de alumnos para llamar a lista; de anotaciones hechas a la ligera cuando la inspiración se le aparecía sin pedir permiso en medio del despilfarro de grandeza verbal en qué convertía sus clases; de eso modo podría sentarme en las aulas de niveles superiores y escuchar los temas venideros; y sentarme en los niveles inferiores para repasar los temas ya estudiados.
Lo recuerdo hoy; con su escasa cabellera asegurada con gomina de tienda, con sus camisas de mangas largas, como las que usan los pastores luteranos en sus cultos dominicales; en vez de biblia, su pesado cartapacio; su buen ánimo de pedagogo y humanista, el hombre que no podía concebir una vida sin alumnos.
Así era Luis Antonio Álvarez Bracamonte, el maestro que me enseñó que la vida se vive mejor si la llenas con poesía; que un libro es el mejor amigo del hombre y no el perro como muchos dicen; que un hombre sin libros para leer, es como un faro sin luz, una embarcación a la deriva, un penitente sin rumbo.
Amaba el béisbol con la misma pasión con que enseñaba; lo vi dar instrucciones precisas a sus peloteros con la misma rigurosidad conque calificaba sus dictados; instruía a sus lanzadores y les enseñaba a desarrollar curvas magistrales con la misma paciencia que lo hacia cuando enseñaba la perfecta métrica que usaban los poetas del siglo de oro.. daba órdenes a sus corredores desde la tercera base con las mismas señas y ademanes que usaba cuando sorprendía a los macheteros, empleaba los mismos ademanes de carcelero cuando tenia que expulsar de clases a un malandrin o a un holgazán, esa misma seña de pisa y corre, de quieto en primera, de corre que te cojen; de donde vas si yo no te mande.
Así era el Braka que conocí en los tiempos del Seminario.
Es apenas una maravillosa síntesis de la vida y del color de un verdadero académico sumido en la pasión de la enseñanza, hijo pródigo por antonomasia de todos los grandes escritores de la literatura, bonito resalto del maestro, del mentor, del académico nato y neto, deslumbrador por su conocimiento y enriquecedor intelectual por la sustancia de su método, fuy si discípulo y tuve un encuentro emocionado con el Bogotá ya siendo yo un Universitario, lamento no haberle expresado todo en el algo conversado, pero debe haber algún lugar donde me lo vuelva a encontrar y aunque sea en un universo de cenizas blancas, le diré todo lo que su vida como un libro abierto, nos enseñó a todos sus discípulos agradecidos. Paz en la tumba del Maestro✍️
ResponderBorrarExcelente vatomar sin duda la biblia así se decía el mismo y sus alumno amante de la literatura lingüística El braca.con k no me deja el teclado escribirlo de ese modo era un humanista consagrado andaba metido en ese mundo alucinante de la literatura cuando nosotros éramos unos imberbes con el paso del tiempo he comprendido logrado comprender la huella q sembró en nuestros Corazón por el amor a al español bien escrito a la literatura a la filologia lo q estudiaba en Bogotá cuando un c.a cerebral se lo llevó de este Mundo más no de nuestros corazones paz en la tumba del. Maestro.posdata yo fui un holgazán al cual saco un día de su clase por andar comadriando dijo con mi compañero de al lado paz
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