Las dos caras de Edward Mordrake

 


Sucedió en el siglo XIX, en el seno de una acaudalada familia burguesa en medio de la campiña inglesa, rodeado de las comodidades y la abundancia, nació un niño con la extraña propiedad de tener dos caras, cada una con una conciencia propia, con  personalidades disímiles contenidas en el despropósito natural de existir atrapadas en un solo cuerpo.

En el día Edward;  de facciones finas y atractivas, trataba de llevar una vida normal mientras interpretaba el piano con gran maestría; por las noches su otra cara, de expresión siniestra y desafiante, seguía con su mirada hostil a todo aquel que intentaba contemplarla. Muchas veces Edward pidió encarecidamente que se la extirparan, la otra cara a quien el, no reconocía como suya, revivía por las noches y con voz chillona le susurraba insultos mortificándolo con argumentos hostiles, muy contrarios a la personalidad apacible y conciliadora de Edward.

 La ciencia define el padecimiento de Edward como  síndrome congénito denominado Diprosopia o duplicación craneofacial. En realidad consiste en la duplicación congénita del notocorda, una estructura embrionaria común en todos los vertebrados cuya doblez provoca la generación de dos crestas nerviosas que a su vez generan dos estructuras craneofaciales distintas.

Carl Gustav Jung afirma que todos convivimos con la sombra, una extraña personalidad perversa que tratamos de ocultar ante todos para mostrarnos de manera hipócrita como seres altruistas conducidos por el buen juicio y por una falsa moralidad que nos guía por la vida, pero que a pesar de nuestros esfuerzos por reprimirla, es al final  la maligna sombra la que siempre se impone y conduce nuestro proceder.

En el caso de Edward, la sombra jungiana logro materializarse y adquirir vida propia, con un rostro expresivo y decidido,  que por las noches se expresaba dominante con su voz chillona y sus gestos hostiles.

La psicología moderna define al alter ego, como la propiedad de una persona de contener en su psique dos o más personalidades con marcadas diferencias conductuales que afloran en determinadas circunstancias.

Edward termino con el martirio de su otra cara con el suicidio, así puso fin a los susurros nocturnos, a la indeseable presencia de esa cara posterior.  Todos nosotros tenemos una cara como la Edward, solo que vive sin mostrarse en los recónditos espacios de nuestra psique, apareciendo sin avisar en aquellos momentos cuando poseídos por la furia, los celos y la venganza, toma el dominio de nosotros y se expresa sin necesidad de mostrarse materializada en la hostilidad de la otra cara. 

Nos gusta mostrar la cara de enfrente;  nos esforzamos en mostrarla  agradable y hospitalaria;  la otra cara, la deforme y siniestra, agresiva e instintiva, la escondemos con sumo cuidado para que sus expresiones agresivas y siniestras no sean vistas en público.

En plena revolución digital, nuestros perfiles en redes sociales, cargadas de imágenes agradables y felices reflejan en los demás la falsa representación  de nosotros mismos que queremos mostrar; escondemos lo que nos parece degradante e inmoral,  y al final solo nos identifican con  el dulce rostro frontal de Edward.


Comentarios

  1. Interesante, me hubiera gustado un relato algo más detallado del personaje, la verdad es que da para una novela. Mis felicitaciones.

    ResponderBorrar
  2. Interesante relato, felicitaciones

    ResponderBorrar
  3. Valerio mi hno nos quedamos esperando la historia de la vida de Edward. Muy interesante👈

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Los empalamientos del Salado.

Los exquisitos embutidos de carne humana que se vendían en Bogotá.

De Los eunucos y otras infamias.