Las ordalías, los juicios de Dios.
Las primeras ordalías surgieron en la temprana edad media, después que el derecho romano fue reemplazado por los tribunales eclesiásticos.
Fueron los duelos a muerte entre nobles las primeras ordalías que se presentaron para dirimir las diferencias y pleitos presentados, las autoridades y los querellantes estaban convencidos que en medio del fragor del combate, Dios inundaba de vitalidad y agilidad al inocente, quien aún con la sangre del vencido en sus manos, era ungido por los sacerdotes como inocente y al muerto como culpable.
Dios no solo actuaba como rígido juez, sino como verdugo en un juicio de pocos minutos; se ignoraba que el vencedor era el más fuerte y dúctil en el manejo de las armas, se creía que era el receptor de los favores divinos que impregnaba al vencedor con movimientos ágiles y puñaladas certeras que lograba eliminar al ofendido querellante quien certificaba con su muerte el fallo divino.
Luego aparecieron las ordalías de los panes y los quesos. En las iglesias y abadías, las autoridades clericales hacían tragar al acusado grandes cantidades de panes envenenados; si en cualquier momento el gaznate del acusado de obstruía impidiendo el paso del alimento, era porque un ángel del señor bajaba para interferir por la preservación de la vida del acusado y revelar en público su inocencia. Si los alimentos eran ingeridos sin sufrir algún tipo de impedimento, era que la voluntad divina expresaba que el juicio terminaba en medio de pataleos y vómitos sanguinolentos que revelaban la culpabilidad del acusado.
Las más comunes fueron las ordalías del hierro candente, el acusado debía sujetar por unos instantes las varillas rojas e incandescentes y demostrar ante los tribunales que su inocencia estaba incólume, porque a los tres días debía acudir de nuevo ante el tribunal y mostrar al público sus quemaduras; si su mano no mostraba rastros de la prueba, significaba que Dios en un acto de absolución cicatrizaba sin dejar rastros de la tortura. En cambio si a los tres días el acusado exhibía las quemaduras gangrenadas significaba que la voluntad divina lo designaba como culpable, en la mayoría de los casos la muerte o la amputación era la única suerte que le esperaba al culpable.
Fueron muchas las ordalías usadas en los juicios de Dios, desde la inmersión en los ríos; en dónde las víctimas eran sumergidas por largos minutos, se creía que Dios le permitía a los inocentes continuar respirando en las burbujas santificadas que se hacían en las profundidades, para luego provocar que el inocente emergiera victorioso de las aguas.
Eran muchos los que sucumbían ahogados en los juicios acuáticos de Dios.
Hoy, en plena revolución digital, cuando el hombre escruta con sofisticados artilugios los enigmas del cosmos, los rescoldos de las ordalías aún continúan con nosotros.
En muchos estrados se hace juramentar sobre la biblia al acusado o a los testigos, para validar sus testimonios y santificar sus relatos.
Son muchos los inocentes que están en las cárceles y muchos los culpables eximidos.
Muchas son las víctimas que se abstienen de entablar demandas ante los tribunales terrenales porque están convencidos que la justicia divina es más pronta y ecuánime; que además tiene la facultad celestial de castigar en esta vida y en la otra.
Desde el remoto Egipto, el hombre está convencido que la función principal de los Dioses es servir de juez imparcial para eximir o condenar las almas de los hombres, desde el libro de los muertos egipcio, hasta los tribunales celestiales del cristianismo, la imagen de Dios es siempre la del Juez imparcial que castiga o premia las acciones de los mortales.
Dios es más Juez que padre, más verdugo que Salvador.
Perdón, esto lo sacaron de algún libro??
ResponderBorrarNo lo han sacado de ningún libro es echo por un excelente escritor Valerio tovar
BorrarSon hechos históricos comprobables..
BorrarLo he descubierto hoy y me parece un escritor formidable. Mis felicitaciones.
ResponderBorrar