Joao de Texeira: el coleccionista de muletas"

  Hoy les escribiré sobre la vida de Joao de Deus el depredador sexual más famoso de Brasil.
Tendré dificultades para definir en estas reducidas líneas la imagen de un hombre que se movía entre el difuso lindero que define el bien y el mal.
Por un lado, los testimonios de más de nueve millones de desahuciados que llegaron de todas partes a Abadiânia (Pequeña Población en el centro de Brasil), sin esperanzas de seguir vivos, y que en medio de improvisadas cirugías con cuchillos de cocina o de intervenciones invasivas con tijeras de costurera, que se hacían en público, para que todos vieran con asombro los tumores malignos extirpados a la carrera y que aún palpitantes y sangrantes, el curandero mostraba como trofeo  en su cruzada contra la muerte.
 Es el contexto de credulidad y de superstición en que Joao Texeira de Fabra, he aquí su nombre verdadero, fue capaz de convertirse en gurú, líder espiritual de Brasil y fenómeno de masas. Lo idolatraron las grandes personalidades nacionales, incluidas Lula da Silva y Ronaldo. Estrechó amistad con Bill Clinton. Y hasta Oprah Winfrey acudió a reportar sus proezas. Joao de Deus adquiría un estado de trance que le permitía sanar enfermos incurables, paralíticos incorregibles, ciegos irreparables, su casa se convirtió en un museo en donde se exhibían muletas de cojos que salían caminando como en sus mejores tiempos y sillas de ruedas que quedaban obsoletas cuando sus dueños salían caminando dando tumbos de resucitados en medio de algarabía de desahuciados e inválidos que esperaban su turno para ser redimidos de los sus males;  en medio de los aplausos de aquella feria de sanidad,  en donde se hablaban todas las lenguas de la tierra,  porque llegaban enfermos de todas partes en busca de las manos sanadoras de Joao, quien decía que no era  él quien sanaba sino el influjo espiritual de Ignacio de Loyola, el militar converso que lo posee y le permite realizar sus cirugías sin anestesia y sus procedimientos salvadores con cuchillos de carnicero.
El mismo Alberto Fujimori, lo recibió con honores de presidente cuando llegó al Perú, revestido con el aura solemne que tienen los pontífices cuando son recibidos por multitudes que buscan soluciones del cielo para amainar los padecimientos terrenales que los aquejan, todos querían al menos tocar su manto para repetir el pasaje bíblico cuando la mujer oyó hablar del Cristo, y vino por detrás, entre la multitud;  tocó el borde de su manto; porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Como en los evangelios, fueron muchos los enfermos que trataron de estar cerca del sanador en aquel día de carnaval Limeño, cuando el médium se encontraba en lo más alto de su grandeza y era admirado como el redentor de los que habían perdido la esperanza.
Muchos me tildaran de sacrílego, por comparar al Cristo, con Joao; un hombre que, poseído por los impulsos terrenales de la lujuria y de la avaricia, estaba muy lejos de parecerse al Cristo, pero con el don común de aliviar a los desahuciados.  
Pero, así como creamos dioses, también derrumbamos ídolos y destrozamos estatuas.  Las manos milagrosas que sanaban, también eran usadas para violentar y causar desdichas en las mujeres que eran abusadas en la sala contigua a su pedestal de sanación.
-“Mi esperma es el ectoplasma que permite concluir el efecto bendito de mis tratamientos”- así les decía, mientras saciaba su lascivia, muy cerca a las otras mujeres que esperaban ser sanadas; el relato que más conmovió,  fue el su hija, cuando expresó  con lagrimas en los ojos,  que su propio padre la abusó cuando sólo tenía nueve años, la mantuvo prisionera en los barrotes del miedo y la amenaza,  hasta que la denuncia publica de más de trecientas mujeres la animaron para delatar en público a la aberrante bestia que destruyó su inocencia en medio de caricias paternales.
Los mismos medios que antes engrandecieron su santificada imagen  de sanador y salvador,  muy pronto lo convirtieron en un hereje digno de ser quemado en publico como en los tiempos de Torquemada, el rostro triste y los ojos llorosos de las mujeres violentadas reemplazaron a las gloriosas cirugías caseras y  la segunda oportunidad sobre la tierra de los sanados fue sustituida por los  testimonios de los estafados comerciantes de  Abadiânia que denunciaron que tenían que compartir sus ganancias con el avivato que había creado un reino en este mundo.
Hoy Joao Texeira de Fabra, no es de Dios, como sus seguidores le decían, sino que permanece en su casa por cárcel, en donde las autoridades lo recluyeron en un acto de caridad con un viejo degradado que ya no tiene fuerzas para sanar a nadie y los ímpetus sicalípticos de otros tiempos se le esfumaron para siempre en las brumas solitarias de la vejez..

  Te invito a leer los cuentos proscritos, obra de mi autoría, los puedes obtener en esta dirección:
 https:/www.autoreseditores.com/busqueda.html?q=Cuentos+proscritos+&s=
 
 
       

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Los empalamientos del Salado.

Los exquisitos embutidos de carne humana que se vendían en Bogotá.

De Los eunucos y otras infamias.