Los pregoneros de Dios

 Ahí; en medio  del pregón de los vendedores de guineo verde, en medio de los carretilleros que se abren paso a la fuerza en medio de la multitud,  muy cerca de las fondas de comida que a esa hora de la  mañana ofrecen  en papel de bolsas de harina sus emboltorios con pescado frito y yuca harinosa; ahí en medio de las gallinas vivas que desembarcan con su alaharaca, atadas de sus patas,  listas para ser degolladas y peladas  en público para el sancocho del medio día; ahí en medio de esa algarabía de mercado, se anuncian con sus parlantes estridentes los verdaderos anunciadores de la segunda llegada del Cristo vivo. Son los pastores sin iglesias, los disidentes que convierten los mercados públicos de Barranquillita y Bazurto en los templos ambulantes para anunciar la segunda llegada del salvador.
Son los guerreros de Dios,  que llaman al arrepentimiento de los pecados para alcanzar la vida vida eterna,  le advierten  a los lascivos, a los fornicadores, a los homosexuales y lesbianas, a los apostatas y blasfemos a despojarse de la  macula perenne del pecado y buscar los caminos purificadores del señor.
 El estentor de los parlantes hace levantar de sus lechos a los drogadictos  que están en su última etapa de autodestrucción; salir  despavoridos con sus camas de cartón a sus espaldas, entorpece el andar de las amas de casa que a esa hora se abren paso a codazo limpio entre la multitud, los hermosos versos escritos por el rey David enternecen y llenan de esperanza a los martirizados héroes rebuscadores de la vida que esperan morirse para tener una segunda oportunidad en el reino de los cielos.
Ellos, los predicadores de multitudes se muestran como testimonios vivos del infinito amor divino, mostrando las señales imborrables de una vida tormentosa,  se declaran redimidos por la intervención del señor  que llegó cuando ellos más la necesitaban, para liberarlos por siempre de las ataduras del pecado; muestran como prueba imborrable  de sus pasadas vidas escabrosas las cicatrices de disparos que atravesaron sus cuerpos sin tocar ningún órgano vital, los rastros imborrables de las primeras puñaladas de sus vidas de pandilleros juveniles, los extensos tatuajes de carcelarios que se hicieron ellos mismos para recordar por siempre el nombre de sus enemigos para no olvidarse que habían venganzas por cumplir; es mostrarse ante todos como testimonios vivos del milagro redentor de Dios.
Así en medio del bullicio de mercado, de la algarabía de los llegan y los prisas de los que se van, los predicadores de multitudes anuncian los tiempos apocalípticos que se acercan en dónde todos seremos juzgados por nuestros actos.
Muchos fieles acuden al llamado y rodean al predicador impulsados por su fé, algunos pasan de prisa para escapar del estruendo apocalíptico de los parlantes a todo volumen, otros depositan sus ofrendas encima de los estrepitosos parlantes para ser redimidos de sus culpas. Otros esperan la visita de las piadosas mujeres que se les hacercan con sus cestos para recolectar las generosas ofrendas de los espontáneos fieles que terminan en medio de la multitud clamando al creador por la salvación de sus almas.
Eso solo se puede ver en el Caribe, en dónde la magia y la ficción supera a la realidad, en dónde cualquier lugar público se convierte en sitio santificado para recitar las sentencias bíblicas en medio de las multitudes que acuden en las mañanas a las plazas de mercado.




Comentarios

  1. 👍👏 Excelente tu narrativa, nos transporta a ese mundo real de nuestros pueblos. (arena- hacerla) ??

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  2. Me gustó el mensaje de tú escrito Valerio

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  3. Sigue así Valerio para recrear en el tiempo los momentos captados en esos sitios visitamos

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