Los Limosneros del servicio público
Son los que les piden monedas a otros limosneros, son el ejercito de desempleados que abundan deambulando hambrientos por las calles del caribe colombiano.
Son los que se disfrazan de payasos y se suben sin pedir permiso a los buses, contando chistes malos que solo hacen reír a ellos mismos, los improvisados arlequines del transporte público; saben que su actuación despierta más lástima que alegrías y risas; son los famélicos inmigrantes que huyen del espejismo socialista y que se suben en compañía de sus pequeños hijos, y que en un acto teatral les exhiben el costillar de faquir para que la gente se conmueva y termine recortando el presupuesto de sus propios hijos cuando en un acto solidario les regalan sus únicas monedas; he visto subirse a los desafinados cantantes, acompañados de sus guitarras, a las que siempre les falta una cuerda; sudorosos y cansados entonan las hermosas rancheras de Juan Gabriel o las canciones tristes y bohemias del gran Alci Acosta, para luego recolectar las escasas monedas que se guardan en los bolsillos de sus raídos y únicos pantalones; he visto a los internos de los hospitales que se escapan de sus habitaciones aun con sus batas de pacientes para mostrarles a los pasajeros los cortes del escarpelo aun sin cicatrizar, para que todos tengamos el privilegio de apreciar de cerca la bolsa con orina, que fue incrustada en una rápida urostomÍa, prueba fehaciente de la reciente operación que le salvó la vida en un hospital de caridad, y que le dio la excusa perfecta para ganarse unas monedas en los buses del servicio público; he visto a los predicadores bíblicos anunciar el reino de los cielos abriéndose paso entre los pasajeros del pasillo para anunciar que los tiempos apocalípticos están cerca y que llegó el día del arrepentimiento, pero que para completar la obra del salvador, es preciso que el dador alegre done algunas monedas para continuar con la cruzada purificadora, he visto al vendedor de purgantes domésticos, pero con etiqueta industrial, anunciar que llegó la formula salvadora que los limpiará por siempre de los tricocéfalos, de los oxiuros, y toda la fauna intestinal que produce retorcijones, mal aliento, boca reseca y todos los males y padecimientos; he visto con desparpajo al avivato que muestra desde el sillón del conductor el adefesio que conserva en un frasco con alcohol como prueba reina, que fue víctima de una brujería y que gracias a las artes purificadoras de un exorcista y en medio de una ceremonia de santería, pudo expulsar en publico a una criatura irreconocible con apariencia de sapo y patas de lechuza; algunos conmovidos por el realismo de la narración y por la grotesca apariencia de la criatura expulsada, conservada en un frasco de vidrio junto a los restos del vómito ensangrentado con que fue expulsada de las entrañas del liberado, que le permite ver de cerca a los asombrados pasajeros al horrible advenedizo que vivió de su propia sangre durante mas de tres largos y tormentosos años y que lo descapacito de por vida, impidiéndole realizar cualquier trabajo, son las monedas de los pasajeros el único recurso conque cuenta el nuevo liberado.
También he visto, desde el improvisado escenario al lado del conductor, a un baladista ochentero; cautivarnos con su melodiosa voz, desperdiciando su talento en medio de aquel ardiente calor del medio día, tratando de guardar el decoro de su grandeza dentro de la vieja chaqueta de clima frio, solo para guardar la juvenil apariencia que tenían los cantantes en las portadas de sus discos de acetato; con mejor voz que cualquier famoso reggaetonero actual, recoge las miserables monedas de unos pobres mas pobres que él; cuando con su voz y carisma debería estar en los mejores escenarios en donde la fama premia a los mejores.
Son muchos los que se suben y muchos los que se bajan; es el interminable ejercito de rebuscadores, de gente que vive del día a día, los que si no ganan no comen, los que todos los días al amanecer, se despiertan sin un centésimo en sus bolsillos y debiendo lo que se van a ganar hoy, es la pobreza y la necesidad hecha arte escénico en medio de los pasillos tumultuosos de los multicolores buses del caribe.
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