En Ucrania al menos te matan por patriota
En Soacha una mujer que disfrutaba del sagrado derecho de la cárcel por cárcel, contrata a un carnicero para que extraiga de las entrañas de su madre, a un niño; en un procedimiento casero, con un cuchillo de cocina; el improvisado cirujano extrajo con éxito al nuevo habitante de este mundo cuando su madre aun con vida se revolcaba en su propia sangre instantes antes de ser decapitada por el corte certero del nuevo galeno que le daba la bienvenida al nuevo ser en medio de aplausos de triunfo de sus cómplices y en medio de los pataleos agónicos de la madre desangrada.
En Barranquilla un hombre impulsado por los celos y cegado por la ira que produce una pelea de habitación, descuartiza con puñaladas al azar el joven cuerpo de su amada; después de llorar por unos minutos, y besar varias veces el juvenil rostro inerme, único espacio intacto de los surcos desesperados del cuchillo de cocina, huye de la turba que armados con machetes y palos intentan linchar al asesino y hacer la justicia de la calle.
En la tierra del Valle de Upar, muy cerca de las nevadas cumbres de la sierra, un hombre confiesa con la frialdad del que nada teme; que abusaba de sus propias hijas desde que estas apenas empezaban a despuntar el pezón.
En las frías calles Bogotanas un inmigrante dispara y después roba el teléfono de un único hijo, los asesinos huyen con el premio de su infamia; un padre devastado por el dolor anuncia que se cumplieron sus temores.
En la tupida selva del Putumayo, un grupo de entrenados guerreros, dotados de lo más avanzado que la industria militar puede producir; entra disparando en una remota aldea perdida en la manigua, el resultado, muchos muertos disfrazados a la carrera con fusiles de utilería y botas de campaña colocadas al revés por las prisas de las fotografías que exaltan su victoria.
Por eso:
He decidido no mirar a los ojos a mi nuevo vecino, por el temor de que tal vez sea un criminal que purgue sus penas en la comodidad de su casa.
De no cortejar a la hermosa dama que me roba la atención, porque puedo ser víctima de la puñalada certera del marido celoso que sentenció desde su desfigurada alma, que su mujer, si no es de él, no será para ninguno.
Trataré de esconder mis escasos ingresos para que el extorsionista del barrio no comparta conmigo los esfuerzos de mi trabajo, y si algún día descubre mi trampa pagaré a tiempo el nuevo servicio publico de pagar por seguir vivo.
Entregaré con cortesía y amabilidad mi viejo y descuidado teléfono, mucho antes que el señor ratero me lo pida, para ahorrarle el costo del disparo que de seguro me quitará la vida de llegar ese día de mal humor.
Debí nacer en Luisiana en donde te matan por ser negro y no en Bogotá en donde te matan por un teléfono.
Debí nacer en Palestina, en donde los judíos te matan con piedras en la mano y no en Barranquilla en donde te matan por no pagar la extorción a tiempo.
Debí nacer en Ucrania en donde los rusos te matan por patriota y no en el Putumayo en donde el ejercito te ejecuta y después te disfraza de guerrero.
La vida es este país no vale nada.
Aquí es común que los hijos asesinen a sus padres, que las madres vendan a sus hijos, que los amantes dastazen a sus amadas.
Solo nos comueve la trágica muerte de un futbolista barracho o la muerte de un cantor por sobredosis.
Somos como el médico de Urgencias familiarizado con la muerte e nmune al sufrimiento ajeno.
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