Desde Pachita, y sus trepanaciones con un cuchillo de cocina; hasta Jacobo Grinbertg y su extraña desaparicion.
La veían hacer trepanaciones con el viejo cuchillo de cocina que siempre usaba como única herramienta para sus cirugías salvadoras. Para nadie era una sorpresa ver aparecer órganos palpitantes en sus manos que luego eran implantados a la carrera en las heridas abiertas que cicatrizaban en instantes y a la vista de todos cuando recibían las nuevas partes humanas que reemplazaban a los viejos corazones cansados, a los antiguos riñones cristalizados, a los obstruidos pulmones ennegrecidos por décadas de tabaquismo. Sobre una rustica mesa de cocina se podían ver esparcidas las antiguas vísceras de los agonizantes que se levantaban airosos con una segunda oportunidad de continuar en el mundo de los vivos con nuevos órganos santificados por la gracia sanadora de Pachita, (Barbara Guerrero). Pachita aseguraba que era poseída por el espíritu del tlatoani Cuauhtémoc, el último emperador azteca ahorcado en un juicio sumario por Hernán Cortez; bajo el influjo y la presencia del gu