Los locos que nos traían de Medellín
Al principio solo era un rumor, pero luego descubrimos que nuestros temores eran ciertos cuando comenzamos a verlos en mayor número de lo imaginado, tenían una apariencia diferente a los locos locales porque su piel aún conservaba la tersura bajo las costras de mugre; eran gente del páramo que a pesar de tener la mala costumbre de no bañarse; muy propia de los locos, aún conservaban los rasgos delicados que tiene la piel de aquellos que viven en las montañas de los Andes. Quienes pierden el juicio lo primero que los delata es la solitaria propiedad de hablar para si mismos; los locos tienen respuestas, más no preguntas, es como si su integridad estuviera dividida; una segunda presencia; imperceptible y silenciosa que hace las preguntas, y una externa y escandalosa que emite contestaciones acaloradas y vociferantes con gesticulaciones convincentes de un lenguaje histriónico muy propio de aquellos que han perdido la razón; fue así que nos dimos cuenta que